PARTE III:
Antes de introducirnos en la “época moderna” del Parnaso con la construcción de la Concentración Escolar, unos complementos sobre lo anterior: Mamá Celime, no era pedagoga, pero tenía el don de enseñanza en su corazón, no solo me enseñó a leer y a escribir y las operaciones básicas y el amor a Jesucristo y María ,sino que a todos sus hijos nos inculcó que a pesar de ser pobres económicamente hablando, teníamos una inmensa riqueza por explotar en nuestro interior que solo el estudio lo sacaría a flote, papá muy obediente a doña Celime lo tradujo a “la única herencia que les dejo es el estudio” y amén que seguimos su concejo. Por otro lado el modelo educativo de mamá era con equidad de género, aunque mis hermanas nos dicen que preferiría a los varones, todos teníamos los mismos derechos y deberes, barrer, trapear, lavar los baños, lavar la loza y hasta cocinar...y ¡ay!, del rebelde, su disciplina aplicada con ternura era seria... Nada de esperar a que llegara Don Fila para poner quejas, ella era la dueña y señora de sus hijos.
Cuando incursionaba en la plaza de mercado central (la única) mi sitio preferido era el Jardín de la Revista, que tenía expuestos libros y revistas en una especie de mesones, contemplar las vitrinas de libros, desde entonces ha sido una de mis aficiones preferidas. Logré caerle bien a uno de los que atendía (flaco, alto) quien me regalaba Las selecciones, y revistas viejas que me satisfacían mis adiciones por la lectura, de vez en cuando papá me compraba tiras cómicas, sobre todo “Vidas Ejemplares” que era las que más me gustaban.
Ahora sí nos remontamos a 1959, el Parnaso ya tenía la segunda etapa y junto con ella escuela nueva, “escuelota” diría yo, no solo edificio nuevo, sino también modelo educativo novedoso, se implementó un Plan Piloto educativo que buscaba formar en la autorresponsabilidad, y con métodos de consulta en textos escolares y aprendizaje en idiomas. Muy adelantado para el momento, hasta salones mixtos en un principio, que nos enseñó a ver las niñas como coequiperas, no sé después quien se asustó después con esta novedad que no duró sino pocos años la experiencia. De ese tiempo recuerdo con mucho cariño a la profesora Bernarda Prada, al profesor Flórez y al Profe Cristóbal Zaidiza quien nos inculcó sentimientos de autoestima elevada y el convencimiento de que podíamos lograr lo que quisiéramos. No podría olvidar al Profe Jesús Martínez, hermano del Padre Juvenal Martínez, más cura que el mismo cura, quien me formó como acólito y me hizo aprender las respuestas en latín de la misa antigua. Cabría anotar que la Misa dominical a partir del 59 tuvo como escenario las Concentraciones Escolares de Ecopetrol.
PARTE IV:
La concentración escolar marcó un hito en nuestra formación, no solo porque elevó nuestro conocimiento sino porque fue también, un espacio de encuentro de la niñez de muchas partes de Barrancabermeja lo que nos hizo mucho más tolerantes y solidarios, no solo con el rinconcito que llamamos Parnaso sino con toda una ciudad, por donde quiera que caminábamos encontrábamos compañeros. Si unimos a esto algunas celebraciones, como el 20 de julio, o el 25 de agosto, se programaban encuentros deportivos con las concentraciones de El Centro, que nos abrieron a la conciencia de que formábamos parte de un mundo mucho más amplio. En esos encuentros contábamos con gente, que si hubiesen existido semilleros atléticos hubiesen sido campeones olímpicos. Recuerdo con frecuencia a Chuchú Suárez, quien siendo campeón de la maratón, le dieron un Kit de pintura y acuarelas, que luego compartió con todos nosotros los de cuarto, su gesto solidario significa aún mucho para mí. ¿Cuáles eran nuestros juegos preferidos? Sencillo, jugábamos a lo mismo que jugaban los muchachos de Barrancabermeja: Cazar pájaros o “lobos”, la vuelta a Colombia, La checa una especie de béisbol con tapas de gaseosa, el cacho, sobre todo el trompo, las maras, y había uno, una especie de tejo cuyo bocín era una tuza con botones que eran el cace de los participantes. Cada uno tenía su ceremonial:
Para la cacería se usaba una cauchera, confeccionada por nosotros mismos, lo que comenzaba con la búsqueda de la horqueta, la cual debía de ser de una especie de bonsái, resistente que llamábamos huesito y el caucho no podía ser caucho engomado.
La vuelta a Colombia era toda una obra de Ingeniería, hacer los canales por donde circulaban las maras, tenía su estilo, y debería tener premios de montaña y sitios donde se pinchaba.
El trompo resultó ser el primer acuerdo de paz que conozco, había una modalidad que consistía en "quiñar" el trompo del perdedor, había algunos “crueles” que para eso usaban una vaca, Un trompo grande que al quiñar partía lo que se atravesara, imagínense la ira y consiguiente peleas entre los jugadores. Por eso se terminó haciendo un pacto de no permitir las vacas en el juego y el que se atreviera a usarlas era exiliado de la comunidad de jugadores.
Caballero de entonces que se respetara tenía en sus bolsillos, una bolsa de maras, dos o tres trompos y una buena cauchera, y los pantalones cortos amarrados porque los botones los había usado y perdido el tahúr.
Los que necesiten más información les recomiendo consultar con mi hermano Filadelfo, que era especialista en todos esos juegos, yo confieso era más bien Medio flojón.
De repente se interrumpió esta rutina, llegaron las fiestas del petróleo y el Parnaso tenía su reina: Teresita Velázquez, y se encendió el fandango en la calle ancha, frente a la casa de los Castro, llegó la “Purisimera”, y con ella el ambiente de los Parnasinos, subió de temperatura. Los pelados nos colocábamos afuera de la caseta a oír: Mate’e caña, lirio rojo, san carlos, la vaca vieja, el arrancatetas. De repente apareció un grupo dizque del Banco Magdalena, bailando al son de tamboras y la muchachada curiosa caminando detrás de ellos, creo que se llamaba la Caracola, ...Una vieja me dio un beso que me supo a cucaracha... pero dejemos algo para más adelante la cuarentena todavía demora.
Por. Juan Castilla Amell.
