En los años 80 se presentó un singular fenómeno en Barrancabermeja que causaba curiosidad e impresión en propios y extraños, que hoy se los quiero recordar a mis coterráneos:
Siempre al regreso de unas vacaciones, los paseantes suelen mostrar a sus familiares y amigos varios paquetes de fotografías, como una forma de atestiguar que estuvieron en los lugares a donde dijeron que fueron. Y refuerzan este testimonio con relatos detallados de aventuras, representadas fielmente en cada una de las fotos y en la descripción oral –casi más genuina que los mismos retratos- de los sitios por donde estuvieron viajando.
Es como un rito que dura dos semanas, hasta cuando la reiteración del cuento, que se hace muy sosa, termina aburriendo a los interlocutores.
Recientemente un personaje barranqueño, muy locuaz y mamador de gallo, reunió a sus amigos para mostrarles las fotografías que había tomado en su último viaje de vacaciones a San Andrés Islas. Había allí bellas vistas, tomadas evidentemente en varios lugares de la Isla y con diversos paisajes de fondo, pero había también otra, que por alguna razón no parecía pertenecer a ese mismo grupo fotos: Aparecía él en pantaloneta jugando con unos niños alrededor de lo que decía, era el ‘Hoyo soplador’, del cual manaba agua a presión desde una superficie que no parecía de arena sino asfáltica, y con un árbol de ficus levantado a su lado, en lugar de una palmera. No tardaron mucho sus vecinos y amigos en averiguar la ubicación geográfica verdadera de este especial sitio de atracción turística.
En efecto, lo que en un principio quiso ser hecho como una simple broma a unos amigos, se convirtió en el origen de un cuestionamiento ciudadano a la subutilización de un recurso turístico invaluable que tiene Barrancabermeja, y que bien administrado podría ser, después del petróleo, la segunda fuente de ingresos del presupuesto de rentas del municipio: La explotación turística de los ‘Hoyos sopladores’ del barrio Galán. Así para su promoción, no faltaría quien insinuase adelantar una campaña turística dirigida a todo el País, invitando a los colombianos a que en vez de ir a conocer un solo hoyo soplador tan lejos, por fuera del espacio continental y en donde tal vez se lo pudieran comer los tiburones, se vinieran a Barrancabermeja a conocer no solo uno, sino muchos, en las paradisíacas calles del barrio Galán, y a poner como gancho, como señuelo, un concurso que le permitiera a quienes lo ganaran, tener gratis el pasaje de regreso a su tierra: Adivinar en qué calle y con qué carrera se va a disparar con fuerza el siguiente ‘Hoyo soplador’.
La Alcaldía municipal, la Gobernación de Santander y los políticos locales tienen la palabra. Esperemos a ver cuál de estos organismos es el más visionario y le pone manos al asunto, antes de que el ‘Hoyo soplador’ de la paciencia de los barranqueños y de los pobladores del Galán explote, expulsando, no ya onerosos volúmenes de agua tratada con cloro, sino lava hirviente de descontento y rebeldía.
Por: Alfonso Torres Duarte