Yo no nací aquí. Nací en tierra lejana, donde el frío y las costumbres obligan a usar vestido de paño y ruana.
Yo nací en un pueblo muy pequeño, donde me parió mi mamá, cerquita de la Capital y sus hermosas sabanas. Aquí a Barrancabermeja, no llegué porque se me dio la gana.
Aquí me parió fue el destino, el mismo que nos toma de cabresto y que a cada uno nos marca y a mí, me puso bien las improntas de vivir para siempre en esta comarca.
Cuando yo llegue a Barranca en los años setenta, nunca imaginé que aquí me fuera a quedar. No sé, qué es lo que tiene esta bonita tierra, que mi cuerpo y mi alma lograron conquistar.
Fueron pasando los años y aquí me fui quedando. Lo cierto es que a mi pueblo no quise ya volver.
Para completar el cuento, me fui enamorando de una bella muchacha, la misma que hoy es mi mujer. La convertí en mi esposa y la madre de mis hijos. Dos hermosas criaturas que yo llevo en el alma. Yo quise tener más, pero Dios tal vez no quiso. Ellos son mi razón, mis anhelos y también mi calma. Es así que a ellos los críe, los eduqué y los hice profesionales, pero el destino me los arrebata y se los lleva para parirlos de nuevo en tierras lejanas, donde el frío y las costumbres, aún son de vestido de paño y ruana.
Y yo he quedado aquí, en la más hermosa de las compañías, la de mi esposa. Esa mujer Barranqueña neta, que me acompaña siempre de noche y de día. La compañera de ruta, de penas y alegrías, de cantos, de lágrimas, de amor y poesía. Yo he quedado aquí con ella, disfrutando cada milímetro de esta tierra, a la que muchos le llaman la tierra prometida, aunque a veces pareciera ser la tierra del olvido.
Ya lo sé y no necesito que me lo recuerden como si de verdad fuese un pecado. No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo desde el primer instante que me bajé en aquella madrugada de aquel tren siendo aún un adolescente. Cuando pise por primera vez, esa estación de ferrocarril, cargado de miedos, de zozobra, de ansiedad y desconcierto, porque según mis paisanos tenían el erróneo concepto, que esto aquí era un verdadero infierno, no sabiendo que, para mí, esto que para ellos era desconocido, se convertiría en muy poco tiempo en mi verdadero cielo.
No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo desde el primer día, en que por mi profesión tenía a cientos de pupilos en los salones del glorioso Instituto Técnico Superior Industrial, dictándoles clase y llamándoles a lista, para escuchar por vez primera en mis diecisiete años de existencia, apellidos que no eran los Rodríguez, el Nieto, los Garcia, los Saavedra, sino otros como los Serpa, Los Tarazona, los Tinoco, los Cabarcas, los Evan, los Ebrath, los Vesga, los Cañas y tantos otros que sonaban muy ajenos y extraños en mis oídos, a la hora de pronunciarlos.
No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo, desde ese momento que, con apenas unas horas de llegado uno de mis compañeros en un acto de caridad, me saca del Colegio a pleno mediodía y me lleva caminando, por una de las avenidas más amplias que en aquellas épocas llamaban la avenida del ferrocarril, la cual aún no estaba en remodelación, ni le habían cambiado el nombre y con ese sol canicular sobre nuestras humanidades, me conduce con falacias hasta una oficinita de Telecom, que quedaba por los alrededores del Hotel Pipaton, dizque para enviar un marconigrama a mis familiares, y así informarles de manera precisa; _ Llegué bien punto, encuentrome mejor punto. Eso fue hace ya cuarenta y cinco años largos y aún siento en todo mi cuerpo ese desespero por el calor sofocante, intenso e insoportable de aquel día; el sudor chorreando a borbollones por mi rostro y ese color rojo púrpura que se quería escapar de mis poros y el cual me delataba con cuanto parroquiano iba a pie, de qué lugar era que venía.
También me siento aún, sentado en aquellos viejos y destartalados buses verdes, con líneas amarillas y de asientos de latas que hacían el oficio de servicio de transporte urbano.
<<<Te estás derritiendo cachaco>>> escuché que me gritó alguien. Y entonces vi la sonrisa burlona de la gente y en especial de mi Compañero, al cual lo quería matar en esos momentos, por haberme utilizado para su experimento desagradable. Pese a todo, hubo algo que me solivio la experiencia; llegar hasta las orillas del río Magdalena y ver su caudal cruzar raudo, mientras que en sus brisas dejaba impregnado el aroma a tierras del sur, muy del sur, del cual yo conocía su recorrido. Ver con detenimiento que en ese puerto transita y convive, otra clase de barranqueños; los ribereños, los campesinos, los pescadores, los que huelen a río, a bocachico, a suero costeño y a yuca y plátano verde y mafufo.
No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo, de a poquitos y sin afanes, al tener que nacer de nuevo a otra cultura, a otro clima, a otro tipo de sociedad, a nuevos amigos que también han llegado de diferentes puntos cardinales atraídos por el aroma a petróleo, a sindicato, a luchas por la educación, o simplemente en busca de un horizonte nuevo.
Me he ido haciendo al tener que aprender que aquí el centro, no es el centro de la ciudad, sino un corregimiento. Que la gente le cambia los nombres originales a los barrios y por eso, se le debe decir a los taxistas, lléveme a hueso blanco, en vez del barrio Galán, o lléveme a pecho hundido, en vez del barrio el cincuentenario. O lléveme al Inscredial en lugar de Gonzalo Jiménez de Quesada, sólo porque el Instituto de Crédito Territorial lo construyó.
He ido haciendo al tener que dejar atrás en el olvido, frases tan reconocidas; Cómo le va sumerced, gracias sumerced, disculpe usted sumerced y tener que cambiarlas por las de: <<< ¡hey, ven acá! o ¡Echeeee no joda! , y ni qué decir del tan conocido ¡Manda huevo! y otro sinnúmero de términos y dichos, de esta cultura híbrida formada por varias vertientes, que hace a esta comarca, tan especiales a la hora de identificarla.
No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo de a poquitos como quien no quiere la cosa y la cosa queriendo. Aprendí a comer Sancocho de gallina, de pollo, de carne salaa, de bagre y el tan famoso sancocho trifásico, con patacón y yuca, con suero, con pique… Aprendí a comer pescado de todas las formas y de igual manera, con muy buena cantidad de limonada de panela. Aprendí a comer carne oreada y cabro y las exquisitas picadas que vendían en la puerta del once. Aprendí a jugar bolo criollo, lo mismo que dominó y siglo, sin dejar de lado el parqués.
No soy Barranqueño, pero me he ido haciendo, en silencio y sin alardear. A veces con ese silencio que produce la tristeza, al ver qué oportunistas, antropófagos, timadores y demagogos, armados de miles de argucias, se dedican al latrocinio sin conmiseración por la ciudad que los mantiene. Viendo como sus habitantes perdieron su sentido de pertenencia y dejaron de pelear como en otrora por cada uno de sus derechos. Algunos hacen alharacas sí, por las redes y por las mismas redes esa información se va como corrientes de aguas lluvias por las alcantarillas.
No soy Barranqueño, pero me nace escribir, a veces sobre esta tierra y a veces sobre cualquier tema, en esta página llamada DESDE MI BALCÓN, y eso, me ha permitido darme a conocer en varios lugares del mundo, aunque aquí mismo, muchos paisanos aún no saben de mi existencia. Ese ejercicio me ha conectado de manera virtual con gente de todas las latitudes a las cuales siempre me les presento y envío siempre saludos desde Barrancabermeja, como manera de rendirle culto a esta hermosa tierra. Ese ejercicio me permitió hacer un programa especial en La Casa del Libro Total de Barrancabermeja, con el mismo logo. Programa que se llevó a cabo, gracias a la generosidad y dinamismo de su administradora Paula López y de compañeros como Daniel Cañas y otros, que arduamente colaboraron siempre con sus creaciones literarias. Programa dedicado a la promoción de la escritura y la lectura de anécdotas sobre esta tierra, la cual ya ha ido cogiendo fuerza. Aún en épocas de cuarentena, seguimos presentes por Facebook y para la muestra un botón.
No soy Barranqueño de nacimiento, pero sí de corazón y es eso, lo que me impulsa a tratar de componerle canciones en mis soliloquios que son muy frecuentes y así, poder desear y anhelar en esta fecha tan especial de su cumpleaños como Ciudad y como Distrito, lo mejor de lo mejor para el futuro inmediato, ya que tanto le necesita.
¡VIVA BARRANCABERMEJA!
Por: Jesús Alberto Sastre Niño.