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¿DÓNDE ESTÁN LOS MUCHACHOS DE BARRANCABERMEJA?. Por Daniel C,

Actualizado: 1 dic 2022

Siempre que regresaba de mis estudios a pasar vacaciones a mi Barrancabermeja, la primera visita que realizaba era a Ángela. Para lo anterior, me desviaba unas cuantas cuadras de mi ruta de los sabádos, desde mi casa en el barrio Palmira a la plaza de mercado de Torcoroma, solo para pasar por la casa donde ella vivía. Mi intensión era doble: Primero que todo saludar a esa niña que ya debería tener veintitrés años, morena de ojos claros y la de preguntar por José el mejor jugador que puso tener nuestra ciudad. Algo que no olvidaré de esa casa, era su hermoso antejardín coronado por un gran árbol dador de sombra y viento a los que allí, sentados en sillas de mimbre, pasábamos largas horas hablando.


A José lo conocí gracias a los campeonatos municipales sub 15 que se jugaban en la cancha La Bombonera los días sábados por la tarde allí. Él era el mejor jugador del equipo Copetrán de Alonso Trillos. Y fue precisamente en un partido de esos donde conocí a su hermosa hermana, Ángela lo que hizo que me volviera hincha de los dos, de José por su manera de jugar futbol y de su hermana por su belleza. Recuerdo como fue ese día que la conocí o mejor que le hablé a Ángela porque ya la había visto en varias ocasiones acompañando a su hermano. Comenzaron a caer unas gotas de lluvia, las cuales dieron paso a un fuerte aguacero y yo como todo joven, un poco distraído para eso de los “Mandados”, recuerdo estar allí con una sombrilla entregada momentos antes por mi padre preocupado porque mi mamá se iba a a mojar; tenía que llevarsela a la Concentración Primero de Mayo, donde trabajaba de profesora; pero yo había decidido sombrilla en mano primero ver un poco del partido de futbol. Ese día todo encajó: Unas gotas de una lluvia cada vez más fuerte, la hermosa Ángela (cuatro años mayor) Mojándose y yo con una sombrilla en la mano. Lo que pasó después, fue el inicio de una larga amistad terminando con un fuerte regaño de mis padres: Nos vimos el partido en medio de una cancha echa un barrial, acompañé a Ángela, los dos muy juntos bajo mi sombrilla hasta su casa y luego de algunas horas hablando, regresé a mi casa a tiempo para ver la llegada de mi mamá toda empapada… lo demás ustedes ya se lo imaginarán. Pero no importaba, ese día fui el hombre más afortunado por ser de los pocos amigos de Ángela y de su mamá, quien me agradeció la caballerocidad de no dejas que su hija se mojara, quienes desde ese día junto a José me acogieron como un miembro más de la familia. Y motivo de envidia doble para los demás vecinos … por compartir con la joven más linda de esos lados y con la futura estrella de futbol de Colombia, José.


Retomando la historia de mi encuentro con Ángela, escrita al comienzo de mi relato, tenía muchas ganas de hablar con ella para saber si José había podido entrar a uno de los equipos de Bogotá; en nuestra última conversación, me había comentado que estaba triste porque su hermanojugaría con un equipo de Bogotá y que muy seguramente su mamá se tendría que ir para allá, pues él era “la luz de sus ojos”, pero que ella si se quedaba en Barrancabermeja porque gracias a unas prácticas del SENA había sido empleada por Ecopetrol.


Llegué a la casa, pero todo estaba cambiado, el antejardín parecía una selva, lleno de hojas sin barrer. Toqué el timbre varias veces; y ya a punto de seguir mi camino, escuche una voz: — Daniel, mientras abrían la puerta; era Ángela que salía a mi encuentro. Me dijo que José estaba en Bogotá en compañía de su mamá y que estaba muy bien, había decidido estudiar una carrera profesional y ya no jugaba futbol con Santa Fe. — Perdona lo fea que está la casa, esta semana viene un apersona para hacerle mantenimiento, pues la vamos a vender, yo sigo trabajando en Ecopetrol, pero voy a alquilar un apartamento más pequeño.


Con el paso del tiempo, por mis estudios nos distanciamos un poco; era los tiempos que no existían los celulares como para hablar con frecuencia. Supuse que ya José sería profesional y que vivía en Bogotá en compañía de su mamá. Y digo "supuse", pues fue una tarde de domingo muchos años después, durante una visita a mi madre en el cementerio La Colina, en Bucaramanga, cuando volvía a ver a Ángela, rezando frente a dos tumbas: Una con el nombre de su mamá y la otra con el nombre de su hermano José. Y fue allí cuando en medio de lágrimas me confesó que lo de las divisiones inferiores y lo de jugar su hermano en Santa Fe, había sido un invento… José, tan pronto terminó su bachillerato, fue diagnosticado de VIH y su mamá lo había internado en la mejor clínica de Bucaramanga, tratando de salvarle la vida, el día de mi última visita a su casa estaba fea porque la habían perdido pues se la quitaron por una deuda para pagar los costoso del tratamiento. Y su mamá había muerto de tristeza y remordimiento años más tarde, pues no le había creídoa José que él no era homosexual.


Y no fue el único de mis amigos que les pasó eso; ya terminados mis estudios y de regreso a mi ciudad, cuando me encontraba con los padres y madres de amigos y conocidos al preguntarles por ellos ellos, siempre recibía la misma respuesta:


—¿En dónde está el muchacho, don Luis?,


— Él se quedó en Bogotá, o él se quedó en Barranquilla, o él se quedó en Medellín.


Muchas fueron las familias que se inventaban historias parecidas, solo para ocultar que sus hijos estaban enfermos o ya muertos a causa del VIH, todos ellos aislados en cuartos de paredes blanquecidas y llenas de desesperanza en medio de la soledad de los hospitales de Barrancabermeja o Bucaramanga como le pasó a José. Solo las personas más cercanas a su núcleo familiar sabían la verdad, y muchos fueron los casos de padres y hermanos que nunca los visitaron por medio de ser contagiados o por estar "decepcionados" de tener un hijo homosexual, a pesar de que estos le juraron no serlo; muchos jóvenes murieron convertidos en “conejillo de india” al igual que pasó con el Covid. Al final y gracias al resultado positivo de una estrella del baloncesto en los estados Unidos de América, se pudo comprobar que el SIDA no es exlcusivo de homosexuales y que podía ser adquirido por relación heterosexual; creo sinceramente que a todos esos muchachos se les debe una disculpa, no por ser tratados como homosexuales, pues es una decisión libre, propia de un ser humano y debe respetarse, sino por no creerles que no lo eran; ¿se imaginan la desesperanza de estar diciendo a sus padres la verdad y que no les crean?


Fueron los finales de los años ochenta el tiempo donde los padres les prohibían a sus hijos asistir a fiestas, si era mujer tenía más oportunidad de un permiso para salir a una firesta que si era hombre; era prohibido hablar con desconocidos o hasta con conocidos con síntomas de resfriados o manchas en la piel.


Con este escrito, quiero hacer un sencillo hoy día mundial de la lucha contra el SIDA, como homenaje a mis amigos, vecinos, paisanos, conocidos y desconocidos que murieron aislados y siendo juzgados especialmente por sus familiares y por todos nosotros como homosexuales, sin haber sido escuchado especialmente por sus papás machistas.


Por DANIEL E. CAÑAS


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